martes, 25 de febrero de 2014

¡Pibe! ¿Me traes la cuenta?

Yo también escribo para conjurar el tiempo, dije, mientras Cacho hacía girar diligentemente su medida de Jack Daniels on the rocks.
-Eso es un lujo de poetas hermano, la vida es otra cosa-. Lo afirmó sin dudarlo y con un gesto pidió otro trago para mí.
El pibe de la barra, inmutable y sólido, acercó el trago y pasó de largo, como si no quisiera ver a dos pobres tipos al borde de una barra a punto del arrojo.
-La vida es ella parada en esa esquina. Te juro. Así detenida, quieta, sin siquiera mirarme. Ella es el lujo de un poeta. A ella sí que no le pasa el tiempo. ¿Qué es el tiempo en definitiva hermano?! Decime vos, si podes. El lujo es ella, porque ella es el amor. Y qué carajo es la vida si es otra cosa y no es el amor. Perdí la cuenta de los años que llevo sin verla, y ahí estaba, inmóvil. Y yo….el mismo de siempre. Pero todo eso lo noté en ese instante. Por eso te digo, te lo digo hermano, escribo para conjurar el tiempo. Porque hay algo de mágico en esa sucesión de segundos, que pasan y no, transcurren y no, en una esquina, en este bar o en esos ojos. ¡Que ni pude mirarlos te juro! Ni pude mirarlos. Con la certeza de que no podría sobrevivir. De que no escaparía a la angustia de no poder arrancarla de esa esquina y llevarla conmigo en mi auto rumbo al sur-.
-Inexplicable cobardía de hidalgos de causas perdidas-, sentenció.
-No tenía opción. Pasé de largo. No sé. Ella tan inmóvil, como si esperara algo, tal vez alguien. Y yo, inevitablemente igual. Tan igual que el estómago se me hizo agua y hasta me transpiraban los pies. Como le explicas a alguien que luego de diez años, ¡diez años Cacho!, tu corazón siguen inmóvil, como ella, en esa esquina, esperándola. Esperando. Iba a pensar que soy un pendejo. Que la vida no pasó por mí. Maldito tiempo que pasa y no pasa, corre y no.-Hice una pausa de trago largo- Aparte me fui sin despedirme.
-Como ahora-.
-Si, como ahora-.
Levanté la vista de mi vaso y con un gesto pedí dos tragos mas. El tipo de la barra volvió a pasar, y dejó el pedido sin siquiera vernos.
-¿Ves?, algo así fue esa esquina. La vi, de golpe, me faltó el oxígeno, no supe que hacer, miré para la calle de enfrente para que no me viera, no podía volver atrás. Miento, creo que me crucé de calle en diagonal. Ni me vio. Como el tipo este de la barra que ni nos ve. El tiempo es otra cosa para él, ¿te das cuenta? Pasado, presente y futuro de quién. De dónde. De qué tiempo. Y ahora no sé cómo mierda voy a hacer para borrarla che. Jodida y perra vida. ¿De qué te reís Cacho?
-¡De vos! Con esa pretensión idiota de dictar el rumbo del viento-.
-Vos también haces poesía Cacho, sobre todo cuando tomas un par de medidas de alcohol-, me reí con él, de mí.
-Salí a buscarla-.
-¿A quién?-.
-¿A quién va a ser?-.
-Estás loco-.
-No más que vos-.
Miré fijo a Cacho y por primera vez, luego de tantas noches de bar que ya perdí la cuenta, tuve una certeza cómplice.
-Capaz está en esa esquina esperándote, anda a saber- me dijo mientras se le escapaba una sonrisa por el borde del vaso.
Metí la mano en el bolsillo del pantalón, le dejé plata a Cacho y salí.
-¡Pibe! ¿Me traes la cuenta?-.


 A. R.

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