Caer en un
pozo ciego y profundo. Caer deshecha de oscuridad. Caer con la garganta partida
y desierta. Con los labios surcados de sed. Caer y besar la tierra, no por
amor, sino por la subordinación de una herida que sangra. Sangra y vomita la
mala partida de una suerte echada.
Abrir los
ojos al caos, al desorden del alma, rasguñar las piedras, aunque duela. Destrozar
el barro que te rodea gritando tu propio nombre para encontrarte. Gritar,
gritar con la ronquera en la garganta.
Llorar. Y que
nadie escuche. Ni siquiera vos.
Sentir que el barro se acomoda en cada surco de tu cuerpo; y se mezcla con gotas de agua que ruedan pesadas por tus mejillas. Que el aliento se asfixia de oscuridad. Que gobierna el caos en un claro devenir de dolores.
Que duela
el vientre, partido y profundo. Partido, de lado a lado, dos veces, quebrado
por el mal que atraviesa como un rayo y paraliza.
“No te rindas”, repetís sórdidamente, cuando te das cuenta de que,
pasado un tiempo, te acostumbraste al frío y la oscuridad del pozo.
Hasta que el mismo pozo comienza hablarte, y arrojar contra tu cuerpo
palabras que al principio te cuesta entender.
Con cada palabra, un golpe. Con cada golpe, un movimiento. Con cada
movimiento, la vida.
Tus labios, sin tu permiso, comienzan a decir palabras que no conoces, y
que ni siquiera entiendes. Este nuevo lenguaje, que en tu paladar tiene la
textura y sabor de la miel, bajan de la garganta por todo tu cuerpo, haciéndose
carne poco a poco.
Es entonces, cuando ese pozo, esas palabras y esa miel, reconstruyen los
senderos rotos. Las historias vencidas. Las señales ausentes. El silencio
gritado.
Pararte nuevamente sobre tus pies. Abrir tu espíritu al nuevo lenguaje
que te rodea. Tomar la decisión de abrir con tus propias manos lo que resta. Para
que el pozo lo llene todo. Abrirte y permitir que todo te traspase. Tomar ese
musculo débil entre tus manos y enfrentarte a él.
Justo en ese momento, en ese preciso instante breve, las paredes del
pozo se derrumban.
Habitar un pozo ciego y profundo. Los días y las
noches que el pozo requiera.
Abrir los ojos al caos.
Besar la tierra mezclada con agua.
Besarla por amor.
Ana R.
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