El lago duerme en el
cuenco de la bahía. Se acurruca como cada noche. Descalza sus pies en la arena y
recoge los sueños depositados en su orilla.
Tres mil ochocientos
metros sobre el nivel del mar. Azul cálido. Frío resplandor. Exuberante paisaje.
Camino de dioses y vírgenes.
Posee la extraña
virtud de recortar la respiración de visitantes apurados por el paso inquieto
del reloj constante y apresurado. El método es simple y milenario. Se sabe: a sus
puertas solo se ingresa con reverencia. Para ello, es necesario detener ese
tictac tictac tictac tictac…
Allí, reina el Sol.
Mientras la Isla se
cubre de silencios, pienso que mi ciudad se viste, a esa exacta hora, de brutales
ruidos. Que ensordecen. Ruidos que van y vienen de cosas urgentes pero no
importantes. Y el ritmo se acelera con cada día mes y año. El espacio se colma
de necesidades creadas, rituales vacíos, millones de voces gritando sin decir,
sin tiempo para nada, cada vez menos, solo hacer sin pensar sin sentir sin asir
sin vivir...menos aun mirar.
El altiplano reposa
en el cuenco de su cordillera. Duerme despierta reposando aun la herida. Dejando
derramar los últimos vestigios, los últimos restos de muchos dolores. Renaciendo
después de un crudo invierno atroz. Recomponiendo el útero de una madre
desgarrada desde sus entrañas por el vil impulso del hambre de un monstruo voraz
y mezquino. Sediento insaciable de sangre noble.
Mientras el altiplano
reposa, y se cubre de silencios, pienso que mi ciudad se viste, a esa exacta
hora, de brutales carencias. Carencias intangibles. De una historia perdida. Más
bien: desbastada. Donde treinta mil desaparecidos se llevaron treinta mil
historias y futuros por cumplir. Donde treinta mil valen un Julio Lopez; y un
Julio López duele tanto como treinta mil. Donde es urgente y preciso
encontrarlo, pero no importante. No tanto como el precio del billete que tiene
el color del árbol pero no lo es. Donde el ritmo se acelera con cada día mes y
año….y el espacio se colma de necesidades creadas, pero no de historias
Tal vez por eso se
hace importante, aunque no urgente…mientas uno asciende o desciende, detener el
tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac Tic Tac Tic
Tac Tic Tac Tic Tac Tic Tac
Y descender despacio…ingresar
a las puertas de lo sagrado que representa la vida allí en el Lago….pero también
acá. Si. Aca en la Ciudad. Recuperar los nombres de los que se fueron. Y recuperar, sobre todo, nuestros propios
nombres. Nuestros destinos. Y el de quienes nos rodean.
Que el reposo del
Lago nos alcance. Que nuestros sueños asciendan y entren por sus puertas con
reverencia por la vida y colmen el cielo de estrellas.
Y sobre todo….que el
silencio nos cubra para poder oir, sin tictac…porque sin el, solo hay camino.
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